Diez obras maestras de arte que Hitler hizo desaparecer para siempre

De Van Gogh a Rembrandt. El “Führer” era una especie de artista frustrado al que de joven le habían denegado su ingreso en la Academia de Bellas Artes de Viena. Eso le llevó a buscar los cuadros de los principales pintores de la historia durante sus conquistas, algunos de los cuales se les perdió la pista.

Por ABC
Cuando Japón firmó su rendición el 2 de septiembre de 1945, la Segunda Guerra Mundial cerraba un saldo devastador de 60 millones de muertos. Pero, además, ponía fin a la destrucción que había provocado en el patrimonio histórico y artístico de Europa. Monumentos, catedrales, palacios y todo tipo de obras de arte con un valor incalculable que, durante siglos, se habían acumulado en los museos y las ciudades del viejo continente, desaparecieron o quedaron muy dañadas.

Cuando Hitler comenzó la invasión de Polonia, el 1 de septiembre de 1939, no le bastó con derrotar al ejército enemigo, quiso arrasar con todo, incluyendo el legado cultural. El 85% de su capital y 782 monumentos (el 43%) de todo el país quedaron reducidos a escombros. Y en la posterior conquista de Europa Occidental, se hizo acompañar de una serie de historiadores del arte para que pusieran de manifiesto la influencia de Alemania sobre las obras que se iba encontrando para justificar su robo.

La prueba más clara de esta obsesión por el arte es que, en la primavera de 1945, cuando Alemania ya vislumbraba en el horizonte su tragedia final, el «Führer» se relajaba de la tensión en su búnker berlinés imaginando cómo podría ser uno de sus sueños más preciados, el Museo de Arte de Linz, que quería convertir en el mejor de Europa. Allí pasó el dictador sus últimos días, encerrado en una habitación mientras jugaba, como un niño, con una maqueta del centro histórico de la ciudad austriaca donde había pasado su adolescencia, en la que había destacado un gran edificio que sería su museo.
Hitler era una especie de artista frustrado al que de joven le habían denegado su ingreso en la Academia de Bellas Artes de Viena. Eso le llevó a buscar las obras maestras de los principales pintores de la historia durante sus conquistas. La mayoría fueron recuperadas tras la guerra, pero otras de artistas tan importantes como Rafael, Van Gogh, Klimt, Rembrant o Degas, no. Estas son las diez más destacables.

1. Klimt: «Retrato de Trude Steiner» (1898)

Esta pintura fue realizada por Klimt en 1898, antes de que Klimt se convirtiera en el favorito de la sociedad vienesa. La madre de la niña retratada, Jenny Steiner, que era coleccionista de arte, tuvo que huir de Viena en 1938, justo después de que los nazis tomaran el control de la ciudad el 12 de marzo. Se dejó la obra allí, que fue incautada bajo la justificación de que la familia, de origen judío, debía impuestos. Nunca hubo constancia de ello, sin embargo. Se cree que fue vendida a un comprador desconocido en una subasta en abril de 1941, pero después de esto nunca más se ha vuelto. No hay ninguna información sobre dónde está o quién tiene ahora la pintura.

2. Rembrandt: «Estudio de un ángel» (1650)


Esta obra del famoso pintor y grabador neerlandés, uno de los mayores maestros barrocos, fue realizada en 1650. Fue una de las más de 300 obras que fueron robadas de Francia por los nazis para ser trasladadas al museo de arte europeo que Hitler planeaba construir. Tras ser sustraídas de las casas de familias de coleccionistas judíos o de los mismos museos, viajaron en trenes bajo las bombas, fueron ocultadas en minas y sótanos o acabaron en manos de los gerifaltes nazis. Esta de Rembrandt se perdió por el camino para siempre.

3. Courbet: «Los picapedreros» (1849)

Esta obra inauguró la temática socialista del pintor francés, tras contemplar la dureza del trabajo de dos picapedreros con sus parches en los pantalones y sus agujeros en las camisas. Con ella, Gustave Courbet quiso democratizar el arte, plasmando con el mayor realismo posible lo que observaban sus ojos. Su exhibición en el Salón de 1850 sirvió para exaltar el trabajo públicamente, pero durante la Segunda Guerra Mundial fue destruida por una bomba mientras era transportada, junto a otros 154 cuadros, al castillo de Königstein, cerca de Dresde.

4. Van Gogh: «El pintor camino a Tarascon» (1888)

Este óleo sobre tela de Vincent van Gogh, de 48 por 44 centímetros, fue pintado en julio de 1888 y enviado a su hermano Theo. El artista lo realizó, en 1888, cuando se encontraba en Arles, Francia. Se trata de un autorretrato muy diferente a otros realizados por el autor, pues aquí se muestra de cuerpo entero y caminando con su herramientas a cuestas, algo nada habitual. Fue destruido por un incendio en el Museo Kaiser-Friedrich de Magdeburgo, en Alemania, donde se encontraba en la Segunda Guerra Mundial. Las llamas se ocasionaron por el bombardeo de la ciudad germana por parte de los aliados. La obra se encontraba en la lista de los Monuments Men, el grupo de historiadores, directores de museos y expertos en arte aliados que, preocupados por la destrucción de millones de obras de arte robadas por los nazis, se embarcaron en la peligrosa misión de recuperarlas. Con esta no tuvieron suerte, pues fue finalmente catalogada como «pérdida en la colección de las minas de Stassfurt» el 12 de abril de 1945.

5. Klimt: «Filosofía» (1900-1907)

En 1883 se inauguró el nuevo edificio de la Universidad de Viena, en la Ringstrasse. El techo del Aula Magna estaba sin decorar y los responsables pidieron unos frescos alusivos a las cuatro facultades (Teología, Medicina, Jurisprudencia y Filosofía). Querían que estos hicieran alusión al tema del «triunfo de la luz sobre las tinieblas» y contrataron a Franz Matsch y Klimt. Este último se encargó de las tres últimas facultades. Para la de Filosofía, al pintor austriaco se le ocurrió fundir el cielo y el infierno, presentando a la humanidad doliente en forma de cuerpos enredados que se dirigen a ninguna parte. Cuando esta obra fue presentada en público a principios del siglo XX, casi 90 profesores firmaron una carta de protesta solicitando al Ministerio de Cultura que la rechazara. «Presentaba ideas confusas a través de formas confusas», decían. La polémica llegó a la prensa y salpicó a la política, pero no se retiró. En 1944, los tres lienzos de Klimt de las facultades fueron llevados al castillo de Immendorf para evitar su destrucción por los bombardeos sobre la capital. El 8 de mayo de 1945, sin embargo, las tropas de la SS incendiaron el castillo con todos sus tesoros artísticos dentro para evitar que las tropas soviéticas se adueñaran de ellos.

6. Canaletto: «Plaza de Santa Margarita»

Canaletto, nacido en Venecia en 1697, era hijo del pintor Bernardo Canal y se hizo conocido por las pinturas de su ciudad natal. Se decía que muchos de sus paisajes de la ciudad eran muy evocadores. Sus pinturas se volvieron muy apreciadas durante la primera parte de su carrera y algunos de sus trabajos de esta época obtuvieron altos precios entre nobles y los monarcas. Esta pintura fue de la Plaza de Santa Margarita, en Italia, pasó a formar parte de la colección privada del comerciante de arte judío Jacques Goudstikker en los Países Bajos. En 1940 intentó huir de los nazis en el barco SS Bodegraven, pero allí sufrió un accidente y, supuestamente, se rompió el cuello fatalmente. Esto provocó que su enorme colección fuera saqueada por los nazis. En total, unas 1.100 pinturas, la mayoría de las cuales acabó recuperándose, pero esta no.

7. Degas: «Cinco mujeres bailando» (finales del s. XIX)

Esta importante obra de Edgar Degas pertenecía a los hijos del barón Mór Lipót Herzog, muerto en 1934 y que había sido uno de los mayores coleccionistas de arte de toda Europa, pero que fue robada también por los nazis en la Segunda Guerra Mundial. Se trata de una pintura al pastel que presenta el tema por el que el autor era más conocido: las bailarinas. Pintó «Cinco mujeres bailando» a finales del siglo XIX. En 1944, Hungría, que era aliado de Alemania empezó a obligar a todos los judíos a registrar su arte y a enviarlos a campos de exterminio. La familia Herzog intentó salvar las obras escondiéndolas en el sótano de una de sus fábricas, pero fueron descubiertas. Uno de los hijos, Andras, fue enviado a uno de los campos y murió, pero sus hijas lograron escapar. Desde entonces, la familia ha presentado multitud de demandas para intentar recuperar lo que quede de la colección, pero no lo ha conseguido.

8. Pissarro: «El bulevar de Montmartre en el ocaso»

Camille Pissarro fue un pintor de origen danés y francés que desarrolló su carrera en la segunda mitad del siglo XIX. Es conocido por sus contribuciones al movimiento impresionista y postimpresionista. Le encantaba pintar al aire libre y capturar la realidad de la vida en los pueblos, como ocurre con esta obra que representa el bulevar de Montmartre, en París. Al final de su vida, terminó haciendo varias fotografías de esta famosa calle en diferentes momentos del día y en diferentes estaciones. Esta muestra el atardecer y la perspectiva sugiere que pudo ser pintada desde su habitación de hotel. Al principio de la Segunda Guerra Mundial fue saqueada por los nazis y luego se vendió a través de un marchante de arte suizo en 1941. Algunos rumores apuntan a que apareció en varias subastas, pero no hay pistas definitivas sobre su paradero.

9. Rafael: «Retrato de un hombre joven» (1513-1514)

Muchos expertos han especulado con que este retrato de 1513 o 1514 es, en realidad, un autorretrato. Concretamente, del período romano de Rafael. Al parecer, fue comprado en Venecia, en 1798, por Adam Jerzy Czartoryski junto a «La dama del armiño», de Leonardo da Vinci. En 1939, Hans Frank, un nazi destinado en Polonia por Hitler, lo confiscó del Museo Czartoryski para decorar su residencia. Sin embargo, cando fue arrestado por los aliados en 1945, le encontraron otras obras de Rembrandt y Da Vinci, pero no este. Fue visto por última vez a final de la Segunda Guerra Mundial y solo se conservan fotografías en blanco y negro. Apareció en un capítulo de «Los Simpsons».

10. Caravaggio: «Retrato de una mujer joven» (1597)

Esta pintura al óleo sobre lienzo es relativamente pequeña, de solo 23 por 14 pulgadas, y formaba parte del Museo Kaiser-Friedrich de Berlín antes de la guerra. El retrato de esta cortesana no es diferente del resto de las impresionantes obras de Caravaggio y representa a una hermosa joven, bien vestida y tocando algunas flores en su pecho. De allí fue trasladado al depósito de la torre Berlin-Friedrichshain Flak, bajo la creencia que sus estructuras de hormigón resistirían las bombas, pero cuando los soviéticos entraron en la capital, un incendio en el edificio acabó con él. En 2011, otras de las pinturas que se creía almacenada en la torre apareció en una subasta de Nueva York, por lo que algunos creen que este Caravaggio podría aparecer un día de estos.