Una guerra brillante

La película Una guerra brillante, del director Alfonso Gómez-Rejón y que se estrena el próximo 12 de abril en las salas de cine de Nicaragua, está basada en la gran historia de la feroz carrera entre los titanes de la electricidad Thomas Edison, protagonizada por Benedict Cumberbath, y George Westinghouse, encarnado por Michael Shannon, quienes determinarían qué sistema eléctrico alimentaría al mundo moderno, según resume Fandango.

Críticos de cine de dos importantes medios de comunicación han revelado sus consideraciones al respecto y nuestra Revista 360 Grados expone sus criterios luego de ver el desarrollo de las tramas.

The Guardian refiere que, basado en el guion del filme, en la década de 1880, Thomas Edison asombra al mundo al iluminar una sección de Manhattan por la noche con su nueva luz eléctrica – y Westinghouse, cuyo negocio hasta ese momento se basaba en el gas, resuelve desafiarlo con un sistema diferente.

Edison favoreció corriente alterna actual y Westinghouse directa, y era una guerra titánica de personalidades e ideas, que por cierto involucró una pequeña batalla espantosa.

La película de Gómez-Rejón, aunque resulta ingeniosa y equilibrada, curiosamente no ofrece la noción obvia de que Edison y Westinghouse eran tan diferentes como la tiza y el queso. Más bien al revés: su contienda fue aún más dramática porque en realidad tenían mucho en común, a pesar de que Edison era el más poco convencional de los dos.

Esta es una película de época con una estilización vistosa, con piezas visuales y rostros interesantes que se nos aparecen a partir de fondos intrincadamente artificiales. El estilo de Gómez-Rejón me recordó un poco a Paolo Sorrentino a veces, luchando por algo mítico u operístico. Las actuaciones de Cumberbatch y Shannon son trabajadoras y útiles, pero con quizás menos chispas volando de lo que suelen obtener de sus papeles. En general, el voltaje no es tan alto como podría haber sido.

Por su parte The Hollywood Reporter añade que la película nunca deja de recordarnos que sus protagonistas en competencia fueron visionarios del futuro tanto como los hombres de su tiempo. Lo suficientemente justo. Pero ninguna cantidad de ángulos holandeses, látigos, zooms o disparos vertiginosos de grúas pueden tener éxito aquí al hacer que la ciencia o las personalidades detrás de esto se conviertan en un drama de pantalla convincente.

Si bien cualquier película histórica sobre un inventor parecería exigir la cobertura del momento en que estalló la bombilla, el guion de Michael Mitnick literalmente omite esa parte. Comienza después de que Edison ha probado miles de diseños antes de clavar los elementos adecuados para capturar la luz eléctrica en un orbe de vidrio comercialmente comercializable. La apertura de 1880 tiene un tren de hombres de dinero de Nueva York que llegan a Menlo Park, Nueva Jersey, y recorren el barro para presenciar cómo el ególatra Edoman enciende el interruptor en una deslumbrante demostración de su producto. Ilumina el campo en círculos concéntricos perfectos, nada menos, proporcionando un indicador temprano y preciso de que esta película ha sido dirigida al arte hasta la muerte.