Quito, una ciudad de altura y emociones

Texto y fotos: Gabriel Martínez Rivas | Editor de Rincones 360 Grados

Al rincón que visitaremos hoy llegamos de noche. El avión pronto aterrizará y desde la ventana se divisan varias líneas como chimeneas que nos dan la bienvenida a la mitad del mundo y, al fondo, una inmensa metrópolis donde se fusionan luces de varios colores.

Ya se siente el tambaleo de las maniobras de aterrizajes y notamos que este descenso ha sido rápido y fácil. No hay mucho espacio entre las nubes que acabamos de dejar y la pista de aterrizaje. Quizá porque hoy aterrizamos en uno de los aeropuertos más altos del mundo, a 2,813 msnm en la ciudad de Quito, Ecuador.

Iniciamos en la capital de este bonito país suramericano que debe su nombre a la línea ecuatorial que lo atraviesa; lo primero que nos impresiona al recorrer las vías que nos llevan a la ciudad son las impresionantes montañas nevadas que se funden con el profundo cielo azul, además de un clima frío que en algunos casos produce el llamado “mal de altura”, pero que después de unos minutos nos acostumbramos y respiramos sin ningún problema. Las montañas son parte de la espina dorsal de América del Sur, los Andes y sus alturas superan los mil metros, entre ellas destacan el Volcán Pichincha, Nevado Cotacachi y el Volcán Cotopaxi.

Recorrer el Patrimonio cultural en el centro histórico de Quito es transportarnos a la época de la Conquista española, pues la arquitectura en las diferentes edificaciones se ha conservado muy bien. Las plazas, edificios coloridos, las inmensas catedrales y las pequeñas ventanas desde donde cuelgan gran cantidad de flores, hacen que este rincón se alce con el título de Patrimonio Mundial de la Humanidad, siendo el centro histórico más grande de Latinoamérica y con la mayor cantidad de iglesias que pasan por diferentes estilos arquitectónicos.

No podemos dejar de observar el altar de pan de oro que se encuentra en la inmensa Iglesia de la Compañía, conocida como la Joya de América, además otra joya como es la iglesia de San Francisco.

En esta misma zona se encuentra la Plaza de la Independencia, con exuberantes jardines que nos invitan a contemplar los palacios que la rodean e imaginarnos la vida en épocas pasadas, así mismo la amplia variedad gastronómica que ofrecen los restaurantes con comida para todos los gustos y bolsillos, pero lo ideal es degustar lo autóctono, como el delicioso bolón de verde, churrasco ecuatoriano, la fritada y el famoso cuy asado, un platillo para los paladares más exigentes; en esta misma zona podemos acceder a las tiendas de recuerdos, pues en una visita a Ecuador no podemos venirnos sin nuestro típico sombrero y tejidos indígenas.

Otra obra magnifica que es obligatorio visitar es la Basílica Nacional del Voto, donde todos sus visitantes quedan impresionados con su majestuosidad y los miles de detalles religiosos y decorativos  que la convierten en la construcción neogótica más grande de América; lo más impresionante es que si no tenemos miedo a las alturas,  podemos subir a su cúpula más alta y desde ahí tener una vista 360 grados de la ciudad, sus montañas, sus edificios y la vida que llevan los quiteños sobre las calles donde el tiempo se detuvo.

Quito es una ciudad de altura, pues además de estar a 2.800 metros de altitud, en plena cordillera de los Andes, posee muchos atractivos que nos invitan a subir al cielo, como el teleférico que nos lleva hasta la cima del Volcán Pichincha, donde literalmente tocamos las nubes.

Los 15 minutos de recorrido suspendidos en el aire hacen de esta experiencia única, pues es uno de los teleféricos más altos del mundo. Ya estando en la cima podemos disfrutar de las maravillosas vistas mientras tomamos café en el bar de la cima, recorrer la parte más alta es para los más intrépidos, pues en esta zona se hace difícil respirar con normalidad debido a casi los 5 mil metros de altura.

Quito tiene tanto que ofrecer que los días recorriendo esta capital se hacen cortos. No podemos irnos sin visitar la colina del Panecillo, un mirador natural donde los colores de la tarde se fusionan con las luces de la ciudad  y desde donde son observados por una inmensa y bella estructura que representa a la virgen alada, conocida como la virgen de Quito; acá también encontramos un mercadillo con indígenas locales, quienes son muy hospitalarios y ponen el broche de oro a nuestra visita, pues uno se siente acogido, como en su propia casa, lo que nos invita a volver y descubrir más del país que Ama la Vida, Ecuador.