Naturaleza y color en el Valle de Tena

Ver animales salvajes en semilibertad y en su entorno natural en este parque nos hacen conectarnos con la naturaleza de una manera especial, pues observarlos a poca distancia y en completa calma nos damos cuenta que animales y humanos compartimos muchas cosas, empezando por nuestra casa, la Tierra



Por Gabriel Martínez Rivas | Editor Rincones Revista 360 Grados

El rincón que visitamos hoy posee una riqueza natural de gran importancia tanto turística como ecológica, además de histórica; desde este paraíso natural en la frontera con Francia se pueden vivir muchas aventuras, desde la contemplación natural y la meditación hasta liberar la adrenalina en sus diferentes opciones. 

El Valle de Tena, en la provincia de Huesca, se abre como un destino lleno de emociones en cualquier época del año, pues en invierno alberga una de las estaciones del cielo más grande en España y para el verano sus aguas frescas hacen que sea el destino ideal para quitarnos el calor. 



Hoy iniciamos el recorrido abriéndonos camino por la estrecha y curvilínea carretera de montaña que, entre pinos silvestres, abetos, hayas y sabinas, nos lleva a más de 1300 metros de altura hacia el parque faunístico Lacuniacha; este encantador lugar se ubica en el corazón del tupido bosque, ofreciendo la posibilidad de ver animales salvajes en semilibertad y en su entorno natural; las especies de este parque nos hacen conectarnos con la naturaleza de una manera especial, pues observar a poca distancia y en completa calma nos da cuenta de animales y humanos compartimos tantas cosas, empezando por nuestra casa, la Tierra. 



Los osos, el lince ibérico y los lobos son las principales atracciones, pues verlos en plena libertad es fascinante, no menos bellos los tiernos venados y cervatillos, o las intrépidas cabras europeas subidas en las rocas, tampoco podemos dejar de ver durante todo el recorrido los quebrantahuesos que desde la cima de los picos nos vigilan, también los bisontes, los caballos salvajes y los jabalíes nos hacen vivir una experiencia única en el recorrido que dura aproximadamente dos horas. 



El frescor del bosque nos sigue acompañando a nuestra siguiente parada, Sallent de Gállego, un pequeño pueblo lleno de encanto y magia, de esos dignos de postales, pues su iglesia de estilo gótico, su puente medieval, sus casas de piedra con jardines y muchas flores lo convierten en un sitio ideal para recorrerlo, haciendo volar nuestra imaginación y tomando fotografías de sus diferentes paisajes; también acá encontramos una amplia oferta gastronómica de platos típicos españoles, como la tortilla de papas, empanadillas de atún, torreznos, siempre acompañados de una fría cerveza española. 



Saliendo de Sallent observamos el encuentro de tres ríos de agua cristalina y fría que bajan de las montañas donde el hielo del invierno se está derritiendo, formando así el inmenso pantano de Lanuza, donde se refleja en todo su esplendor la peña Foratata, que en esta ocasión se encuentra descubierta de nieve, la cual es su estado natural la mayor parte del año; en este lago de tonos azules y turquesas se practican varios deportes como el padelsurf, kayak, lancha rápida y lancha de pedal, la preferida de los niños. 

Acá también se encuentra el poblado del mismo nombre, que con sus casitas y su iglesia de techos de piedras y puntiagudos para soportar la nieve del frío invierno dan un aire mágico al lago, sin nada que envidie a los países vecinos del norte; en sus aguas vemos pocas familias refrescándose del calor de las grandes ciudades o simplemente contemplando el esplendor y los colores que nos regalan la naturaleza.