“Marcapasos” para el cerebro, la terapia que revoluciona contra la depresión

Es el primer estudio que aplica la estimulación cerebral individualizada con el fin de tratar la depresión grave.

Tomado de The New York Times
Un grupo de investigadores de la Universidad de California, campus San Francisco, implantó en el cerebro de un paciente depresivo un dispositivo que funciona con baterías del tamaño de una caja de cerillos —un “marcapasos para el cerebro”, lo llaman algunos— calibrado para detectar el patrón de actividad neuronal que ocurre cuando el individuo está cayendo en una depresión. Luego, descarga pulsaciones de estimulación eléctrica para evitarla.

Según observaron, a los 12 días de que el dispositivo fue implantado en un paciente, empezó a funcionar por completo, su puntaje en la escala estándar de depresión disminuyó de 33 a 14 y varios meses después cayó por debajo de 10, lo cual, en esencia, significó un estado de remisión, según informaron los investigadores.

“El dispositivo ha mantenido mi depresión bajo control, me ha permitido volver a ser la mejor versión de mí misma y reconstruir una vida que vale la pena vivir”, afirmó el paciente, cuyo nombre permanece en el anonimato.

Este caso es el primero que documenta la personalización de una técnica llamada estimulación cerebral profunda para tratar la depresión con éxito.

Aún se necesita investigar mucho más a fondo para saber con claridad qué tan eficaz podría ser este método y para cuántos pacientes. Sin embargo, varios equipos de científicos ahora trabajan en proyectos para hacer que la estimulación eléctrica responda, en esencia, a lo que sucede en el cerebro de un paciente específico.

La estimulación cerebral profunda se usa para tratar la enfermedad de Parkinson y varios otros trastornos, pero no ha sido aprobada por los organismos reguladores federales para tratar la depresión debido a que los resultados han sido contradictorios.

Por un lado, estudios previos sugerían que generaba beneficios, pero, por el otro, en la última década, dos pruebas experimentales se han suspendido porque la estimulación no parecía brindar más que el efecto placebo de un implante “de mentira” que no estimulaba nada.

Cortesía.

Sin embargo, esos estudios no se enfocaron en áreas ni patrones individualizados de actividad eléctrica en el cerebro de las personas. Fue “un enfoque genérico”, dijo Darin Dougherty, director de neuroterapia en el Hospital General de Massachusetts, quien trabajó en una de las pruebas que fueron suspendidas. Se refirió al método personalizado que se usó con este paciente inicial, en el cual no participó como “muy emocionante”.

“La depresión de una persona puede verse muy distinta a la depresión de otra”, dijo Katherine Scangos, profesora adjunta de Psiquiatría en la Universidad de California, campus San Francisco, y una de las autoras de este estudio experimental, publicado el lunes en la revista Nature Medicine.

Los autores principales fueron Andrew Krystal, experto en neuromodulación y trastornos del estado de ánimo, y Edward Chang, cuyo trabajo incluye implantes cerebrales para pacientes con parálisis que no pueden hablar.

Para identificar el patrón específico de actividad cerebral vinculado con la depresión, los investigadores realizaron una exploración exhaustiva de diez días en su cerebro, colocándole varios electrodos y preguntándole qué sentía cuando aplicaban la estimulación en distintas regiones y en dosis diferentes.

El paciente con que se inició esta experimentación recuerda un “momento clave” en el que se sintió como el muñeco de masa “Pillsbury Doughboy”, lanzando una “gigantesca carcajada”, que, dijo, fue “la primera vez que me reí y sonreí espontáneamente” en cinco años.

Otra sensación se asemejaba a “estar frente a un fuego cálido y leer un libro reconfortante”, mientras que una sensación negativa se asemejaba a “uñas raspando una pizarra”.

Finalmente, el equipo identificó un patrón específico de actividad eléctrica que coincidía con la depresión de este paciente.

La fase exploratoria guio a los investigadores a implantar el dispositivo de estimulación en el hemisferio cerebral derecho del paciente conectado con electrodos en dos regiones.
Una fue el estriado ventral, que influye en las emociones, la motivación y la gratificación, donde la estimulación “eliminó sus sentimientos de depresión de manera constante”, y la otra fue la amígdala, donde los cambios podían “predecir cuándo eran más graves sus síntomas”, explicó Scangos.

Si bien la estimulación cerebral profunda suele aplicarse de manera continua, el dispositivo implantado en este paciente está programado para administrar solo una descarga de seis segundos cuando reconoce el patrón de actividad cerebral vinculado con su depresión.

El objetivo, según Dougherty, es que la estimulación interrumpa o cambie la actividad neuronal a fin de producir un patrón más sano que alivie los síntomas depresivos.

El paciente sigue tomando medicamentos psiquiátricos y la estimulación no ha eliminado la actividad que causa la depresión en su cerebro. Sin embargo, ahora puede manejar su enfermedad mucho mejor, afirmó, pues antes no podía siquiera tomar decisiones sencillas, como qué comer.

Ahora, “cuando experimentas todo lo negativo, lo depresivo, lo que sea que desencadene, entonces es como si de repente el lado ultrarracional de ti se activara y esas emociones se pudieran separar”, dijo en una entrevista en la que llevaba una camiseta que decía “Take it easy lemon squeezy” [tómatelo con calma].