La Ciudad de la Victoria

Una de las ciudades romanas mejores conservadas de la península ibérica da cuenta de los días de gloria, antes de que sus habitantes la abandonasen tras la invasión musulmana hace un poco más de dos mil años.

Texto y fotos: Gabriel Martínez Rivas | Editor de Rincones

En una amplia llanura rodeada de campos de cebada y pastores guiando cientos de ovejas, se ubica el rincón que visitaremos hoy: la Ciudad de la Victoria. 

Para llegar, primero pasamos por el municipio de Cuenca, en la famosa región de Castilla-La Mancha y de ahí enrumbamos a la que hoy se considera una de las ciudades romanas mejores conservadas de la península ibérica y que, por los restos encontrados, podemos decir que su fundación data de la época celtibera. Los grandes yacimientos romanos nos dan una idea de la evolución de la ciudad de Segóbriga.

Su nombre, de origen  celtíbero, significa Ciudad de la Victoria, haciendo honor a los mejores días de esta urbe, pues su prosperidad e importancia para los romanos recae en las minas de “Lapis specularis”, que se encuentran cerca de la ciudad. 

Este material es una especie de roca de yeso muy codiciada en la antigua Roma para construir ventanas y adornos, pues en el Circo Romano y la ciudad de Pompeya se han encontrado restos de este material. 

Aunque falta mucho por excavar, con las monumentales construcciones que vemos nos damos cuenta de la prosperidad de esta ciudad; al entrar nos trasladamos al siglo I o II antes de Cristo, cuando la ciudad gozaba de belleza arquitectónica y la vida transcurría entre el entretenimiento y las adoraciones religiosas, pues todavía se conservan grandes imágenes de deidades romanas de gran belleza artística, talladas en la famosa piedra de la zona.

Su anfiteatro es una estructura que ha sobrevivido al paso del tiempo de la mejor manera, pues está bien conservado; con una capacidad de más de 5 mil personas, no es difícil imaginar a los gladiadores luchando contra feroces animales en la amplia arena y los gritos del público ante el show de la época. 

Desde acá también se divisa lo que fue el Circo, otra gran estructura para divertir al pueblo y donde la principal actividad era la carrera de carretones a caballo. Subiendo sobre la colina nos encontramos con lo que fue el teatro y desde donde se representaban las comedias o tragedias romanas que viven hasta hoy en día. 

Otra parte que destaca es la antigua terma, donde los romanos de la época se relajaban entre el sauna después de una jornada laboral en las minas. Del acueducto se conserva poco, pero se sabe que los ingenieros de la época fueron lo bastante inventivos para trasladar agua a la ciudad, lo mismo demuestra su diseño con casas de época muy bien distribuidas, donde también se deja ver la división social de este periodo. 

El Foro era donde se desarrollaba la vida pública de la ciudad que, junto al mercado, demuestran su importancia en amplitud, aunque de este se conservan muy pocas columnas; en cambio, también podemos admirar los impresionantes y originales mosaicos que servían de adornos en algún patio de la “Domus” o casa de un lugareño importante, pues la delicadeza de estos trabajos los hacen únicos y solo los más adinerados podían gozar de este ornamento.

Cae la tarde y el sol refleja las antiguas murallas de la ciudad, las que un día albergaron los ruidos y cantos en latín, pero que hoy duerme silenciosa tal como lo ha hecho en los últimos 2 mil años, cuando por invasión musulmana sus habitantes tuvieron que huir y abandonar lo que un día fue la prominente ciudad de las minas de “Lapis specularis”.