El encanto del mercadillo de Zaragoza

Los miércoles y domingos, centenares de comerciantes se reúnen en un parquin sur de la expo de Zaragoza a ofrecer una variedad de productos, donde confluyen historias y culturas diversas, enriqueciendo los días de encuentro para conocer gente amable y con singulares historias.

Foto: Gabriel Martínez Rivas

Gabriel Martínez Rivas | Editor Revista 360 Grados
En Zaragoza existe un lugar al aire libre donde la multiculturalidad y el comercio conviven desde hace más de 35 años. La variedad de colores hace del Rastro de Zaragoza un mercadillo que no tiene nada que envidiar a los centros comerciales, pues, además de realizar compras para todo tipo de ocasión, aquí se conocen miles de historias de vida que hacen que esta parte de la ciudad sea rica en cultura y tradición.

Foto: Gabriel Martínez Rivas

La historia del mercadillo o rastro de Zaragoza se remonta a principios de los años 70 cuando muchos habitantes de la ciudad se ponen a vender de forma espontánea los miércoles y domingos en los alrededores del Mercado Central. Después de muchos años de traslados a diferentes sitios, hoy se ubican en un gigantesco parquin en el barrio de la Almozara, donde unos 750 comerciantes llegan los miércoles y domingos en furgonetas cargadas de productos y arman sus puestos para vender, dinamizando así la economía de Aragón. Según nos comentan, en tiempos estables han llegado a visitarlo hasta 30 mil personas.

Hoy destacaremos 3 historias de emprendimiento y amor al trabajo. Muchas veces, aunque las condiciones climáticas no lo permitan y vayan de pueblo en pueblo ofreciendo sus productos, lo que les resulta muy cansado, estos comerciantes siempre estarán ahí al servicio de la población.

Leonor Langa / Foto: Gabriel Martínez Rivas

Leonor Langa, originaria de esta ciudad, tiene 35 años de tener el puesto. Su espacio es lleno colores vibrantes que nos remontan a la lejana India y la ha llevado a recorrer casi toda España. Siempre ha viajado sola y así ha logrado dar los estudios a su hija, quien hoy es enfermera. Leonor asegura que no es fácil ser vendedora ambulante, especialmente por el clima, pero a pesar de esto, no cambiaría su trabajo ya que ella misma se administra su tiempo, conoce gente y contribuye con la dinamización de la economía del país.

Para Alfredo Bautista, un valenciano con más de 16 años de tener un puesto en el mercadillo y quien actualmente es parte de la Asociación de Promoción Gitana, lo que le encanta de este espacio es la multiculturalidad que confluye, pues se encuentran personas de diferentes culturas y nacionalidades. Este comerciante comenta que el mejor legado que dejará a sus hijos es un negocio en el mercadillo y que ellos continúen con la tradición familiar.

Alfredo Bautista e hijo. / Foto: Gabriel Martínez Rivas

Otra historia que destaca en esta riqueza multiétnica es la de Ester Jiménez, una mujer gitana “fuera de normativa”, tal como ella afirma, puesto que es soltera y sin hijos; ella siempre se ha dedicado a ayudar al pueblo gitano, que camine y salgan adelante en los diferentes ámbitos de la vida. Esta mujer tiene 35 años de tener el puesto de ropa íntima en el mercado y ha vivido todas las etapas de la evolución del mercadillo. Como experta en mediación e intervención social, las horas que no está vendiendo las dedica al voluntariado, otra de sus pasiones.

Ester Jiménez / Foto: Gabriel Martínez Rivas

También las y los comerciantes de estos puestos demandan a los gobiernos locales mejoras en las condiciones y accesos al mercadillo, entre éstos más frecuencia de transporte urbano los miércoles y domingos, toldos para evitar mojarse y protegerse en época de lluvias o frio, y más promoción a nivel turístico, proponerlo como un lugar de esparcimiento donde toda la sociedad zaragozana pueda comprar de manera cómoda y segura.

Cuando visite Zaragoza, no dude en hacer una parada en este lugar y que la magia de sus colores lo envuelva, además de comprar productos frescos recién traídos de la huerta o artesanía elaborada con las propias manos de los comerciantes, se sorprenderá con los buenos precios que se ofrecen, accesibles a todo público. Definitivamente, el mercadillo es un rincón que no puede faltar en su guía de viaje.

Un comerciante ofrece productos naturales. / Foto: Gabriel Martínez Rivas