Aquel Duero, el río que desbordó a grandes poetas

De su paso por Soria, en la región de Castilla y León, España, este afluente deja un mar de tinta entre poemas, canciones y romances.

 

Por Gabriel Martínez Rivas | Revista 360°

Para llegar al rincón de hoy dejamos atrás el Moncayo, uno de los picos más altos de la península ibérica. Tras bordearlo, inmensos bosques de pino y un aire más fresco que nos obliga a ponernos el suéter nos dan la bienvenida.

Una fuente de agua cristalina que baja de las oscuras montañas llenas de misterios nos invita a probar su pureza y confirmar que la tierra en la que estamos hoy está llena de encanto y melancolía, tal como lo describen grandes poetas españoles que han hecho de este pueblo de España su fuente de inspiración para escribir rimas, leyendas y poesía que nos deleitarán por siempre.

Soria, en la región de Castilla y León, nos enamora con sus callecitas del casco antiguo, su río, su castillo, sus iglesias, así como uno de sus bocadillos famosos a nivel mundial, el torrezno, que al probarlo se derrite en el paladar.

Este pequeño pueblo nos invita a pasear por la orilla del río Duero, el cual recorre varios kilómetros hasta desembocar en el Atlántico, ya en tierras portuguesas. Al pasar por uno de los extremos de la ciudad, donde carcome las murallas que una vez protegieron la villa, se vuelve apacible y al recorrerlo a la sombra de sus álamos nos hace recordar el famoso poema de Antonio Machado, “A orillas del Duero”, donde de una forma magnifica nos describe el entorno bucólico de aquel manantial de agua, que en uno de sus párrafos dice así:

 

El Duero cruza el corazón de roble
de Iberia y de Castilla.
¡Oh, tierra triste y noble,
la de los altos llanos y yermos y roquedas,
de campos sin arados, regatos ni arboledas;
decrépitas ciudades, caminos sin mesones,
y atónitos palurdos sin danzas ni canciones
que aún van, abandonando el mortecino hogar,
como tus largos ríos, Castilla, hacia la mar!

(Fragmento del poema A orillas del Duero, Antonio Machado)

Si cruzamos al otro lado del río, nos encontramos con el antiguo monasterio de San Juan de Duero, una magnífica edificación del siglo XIII, llena de misterios y leyendas fantasmales en la que sobresalen los arcos de estilo románico que cruzan entre sí y que conforman uno de los claustros mejores conservados de España.

Con capiteles y decoraciones de gran belleza arquitectónica y simbología religiosa para los cristianos de la época, la edificación fue citada por Gustavo Adolfo Bécquer, quien en 1861 escribiera su famosa Leyenda “El monte de las animas”, lugar donde se ubica esta edificación y que en una de sus estrofas dice así:

 ¿Oyes? Las campanas doblan, la oración ha sonado en San Juan del Duero, las ánimas del monte comenzarán ahora a levantar sus amarillentos cráneos de entre las malezas que cubren sus fosas… ¡las ánimas!, cuya sola vista puede helar de horror la sangre del más valiente, tornar sus cabellos blancos o arrebatarle en el torbellino de su fantástica carrera como una hoja que arrastra el viento sin que se sepa adónde.

(Fragmento leyenda El Monte de las Ánimas, Gustavo Adolfo Bécquer)

Continuando por la ribera del río, pasamos por Soto Playa, un verde espacio lleno de árboles y hierba donde brotan margaritas y una gran variedad de flores que aromatizan el parque, y desde donde encontramos nuestro siguiente destino, la ermita de San Saturio, patrono de Soria y el mismo camino que Bécquer escribe en otra magnifica leyenda “El Rayo de Luna”, que en uno de sus más bellos párrafos dice así:

Era de noche; una noche de verano, templada, llena de perfumes y de rumores apacibles, y con una luna blanca y serena, en mitad de un cielo azul, luminoso y transparente.

(Fragmento leyenda El Rayo de Luna, Gustavo Adolfo Bécquer).

Esta curiosa ermita de estilo barroco se alza sobre una cueva tallada en una inmensa roca, donde según la historia vivía ermitaño San Saturio, quien se alimentaba de frutos del bosque y agua del río y desde donde practicaba sus creencias religiosas; con el pasar de los años se convirtió en un lugar de peregrinaje y atractivo turístico, pues conserva unos bonitos frescos que narran la vida del santo, también acoge los restos y el sepulcro del santo soriano.

 

Acá terminamos el recorrido del Duero por la ciudad de Soria, mientras continúa su curso entre valles y montañas, cargado de leyendas, canciones, poemas y romances como el de otro español, Gerardo Diego, que inicia así:

 

Río Duero, río Duero,
nadie a acompañarte baja;
nadie se detiene a oír
tu eterna estrofa de agua.

(Estrofa de Romance del Duero, Gerardo Diego)

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